He perdido el último tren,
ya nadie espera en el andén.
Voy buscando el tiempo que huyó
llevándose mi corazón.
Nunca sabrás cómo te amé
ni suponer las cosas que aguanté,
qué desilusión!
Veinte años han de pasar
para qué pueda olvidar
tu desprecio, mi humillación,
las risas a mi alrededor.
Lo soporté, no me importó,
tus ojos anularon mi control
y yo ya no era yo.
Entre las llamas que nunca se apagan,
entre el fuego eterno arderé,
ya no hay remedio ni ley.
Encarcelada sin hoy ni mañana,
atada a un pasado que amé,
sólo me queda el ayer.
No existe un limite para mí,
ni obstáculo entre tú y yo:
cierro los ojos y puedo ver
tu cuerpo muerto en el salón.
Nunca sabrás cómo te odié
ni suponer las cosas que aguanté,
qué desilusión!
He rechazado la tentación
de suplicarte una razón.
No volverás a verme jamás,
a donde voy tú no vendrás.
No digas nada esta vez,
fuiste muy lejos pero te alcancé.
Qué equivocación!
Entre las llamas que nunca se apagan,
entre el fuego eterno arderé,
ya no hay remedio ni ley.
Encarcelada sin hoy ni mañana,
atada a un pasado que amé,
sólo me queda el ayer.
Entre las llamas que nunca se apagan,
entre el fuego eterno arderé,
ya no hay remedio ni ley.