Era fresco el aire de junio
y la noche sentìa el verano llegando.
Tequila, Mariachi y Sangría
la fiesta invitaba a beber y bailar.
Él, doblado y curioso, callando
una historia de amor buscaba
a mujeres de otros mirando
mientras charlando y danzando.
Y cuando la noche ya se muere
y las aves como de costumbre annuncian el dìa,
las parejas abrazadas son las primeras
que salen de la fiesta para ir a amarse.
La pista se habìa quedado vacía,
él, cansado y sudoroso, esperaba;
ella por broma hizo voltear su falda
y comenzó a bailar.
Ella tenía ojos tristes y bebìa,
volteaba y reìa, pero parecìa que sufriera;
él hablaba, apretaba, bailaba…
Miró esos ojos tratando entender
y dijo: Yo estoy cojo por amor:
mi mujer me ha quebrantado el corazón.
Ella dijo: el corazón de mi amor
ya no latirà nunca màs.
Y luego, en el perfume de las zanjas
le pareciò en aquellos ojos ver
su mismo dolor, el que rompe las venas,
que deja exhaustos por la noche.
La luna otras estrellas pidiò,
las que el imperioso amanecer echaba fuera;
ella recogió su falda amplia
y, pues ya habìa perdido todo
pronto lo siguiò.
Llorando, gritando y gozando
aquella noche ella se unió con él
empujando, temiendo y abrazando, aquella noche
él , junto a ella, entendiò
que aùn no se habìa marchito su corazón,
y ya dulce sonaba su nombre:
rompió su promesa de amor
y a ella se entregò.
Luego en el verano, bebiendo y bromeando,
una nueva temporada le pareciò haber llegado:
él hablaba, inventaba, jugaba;
ella a veces escuchaba y parecía divertirse,
pero cuando la noche llegaba
de espaldas en la cama llorando
rogaba que a su amor
lograra volver.
Y un día en el perfume de las zanjas
él esperó en vano que ella llegara.
Ya estaba bajando la oscuridad, y sòlo
encontraba la rabia y el silencio de la noche.
La luna otras estrellas pidiò,
las que el imperioso amanecer echaba fuera,
la angustia solo permaneciò
y aquel feroz añorar
para no verla volver.
El tren es un relampago de fuego
cuando, enloquecidos, miramos el convoy llegando.
Un momento, un pensamiento afanoso
y la vida ya està raptada sin otros sufrimientos.
Lograron reconocerla sólo
por los anillos mojados de llanto,
el llanto de aquel su ùltimo amor
que tuvo que abandonar.
Él no dijo ni siquiera una palabra
ni un suspiro escapó de su garganta;
los gendarmes tienen maneras abruptas
cuando por estos acontecimientos no tengan ventajas.
Asì que él quedò solo recordando;
el licor nunca parecía terminar
y entre aquel vaso volviò a ver
una noche de amor,
cuando ya, en la fragancia de zanjas
le pareciò en aquellos ojos ver
su mismo dolor, el que rompe las venas,
que deja exhaustos por la noche.
La luna otras estrellas pidiò
las que el imperioso amanecer echaba fuera
y a él sòlo quedò el resentimiento
por aquel su tan breve amor
que nunca màs olvidó.