Todavía no he superado esa línea
que me separa del infierno.
Hay gente que cree estar a salvo por la limosna
que dio en la iglesia por la tarde
y hay gente que aún cree que está conduciendo por un circuito
en pleno centro, busca el podio sobre una tumba.
Las palabras de los cobardes pesan
tanto como las plumas.
Las carcajadas de los payasos pueden escucharse,
claro que pueden escucharse.
Si, ríete, ríete, ríete,
que yo me empiezo a sentir mal
si pienso en los que decían
que todo vuelve si sabes dar.
Bajo un cielo que me tienta,
ni siquiera sé robar estrellas.
No existe el cara o cruz
si decide el corazón.
Que viva el circo si las bestias
son en realidad personas.
Que vivan los viajes sin meta,
que viva el tiempo de cambiar,
y el sentido de tocar fondo una vez más
para después encontrarse dominando el universo.
Hay que decir que durante el día ves mejor
todos esos matices,
que la noche precedente, por el sexo,
te ahogabas en la bebida.
Si, ríete, ríete, ríete,
que yo me empiezo a sentir mal
si pienso en los que decían
que todo vuelve si sabes dar.
Bajo un cielo que me tienta,
ni siquiera sé robar estrellas.
No existe el cara o cruz
si decide el corazón.
Si, ríete, ríete, ríete,
que yo me empiezo a sentir mal
si pienso en los que decían
que todo vuelve si sabes dar.
Bajo un cielo que me tienta,
ni siquiera sé robar estrellas.
No existe el cara o cruz
si decide el corazón.