Maldigo el día en que cruzaste la frontera
y como una flecha te fuiste directo a mi corazón.
De mis pasiones te volviste la principal.
Me volví dependiente de tu amor engañoso.
Tú me liberaste del dolor
dándole a mi alma paz interior.
En mis tinieblas se abrió el cielo
de un inmenso paraíso artificial.
Te lo venden en los rincones desiertos,
en los callejones más miserables de la gran ciudad.
Como en cualaquier amor el primer mes fue el mejor
pero muy pronto, demasido pronto desapareció el placer.
Con oír tu nombre se avivaba en mi el deseo
saciado por el dardo lleno de veneno destructor.
Contra la fiebre y los escalofríos,
en el agua enfriada por la transpiración.
Mil veces intenté resistir.
Mil veces de nuevo como un loco te busqué.
Te encontré en los rincones desiertos,
en los callejones más miserables.
Te encontré en los rincones desiertos,
en los callejones más miserables de mi gran ciudad.